Mucho se está hablando estos días sobre la próxima extinción que se llevará por delante a todos los coches que no sean eléctricos, en el año 2040. Pero…¿Qué hay detrás de todo esto? ¿De verdad es un avance en todos los sentidos? ¿Quién sale beneficiado de verdad?
El meteorito que acabará con el rugido de los motores, con el palomiteo de los tubos de escape y con una gran parte de empresas relacionadas con el mundo del recambio deportivo, tiene forma de normativa española y está empezando a ser conocida por el rimbombante nombre de “Primer borrador de la futura ley de Cambio Climático elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica“. Sí, has leído bien, ahora también hay un ministerio de eso.
Esta propuesta es similar a algunas que ya existen en países como Reino Unido, Dinamarca, Irlanda, Alemania, Holanda y Noruega. La idea es que a partir del 2040, “no se permitirá la matriculación de turismo y vehículos comerciales ligeros con emisiones directas de dióxidos de carbono” lo cual afecta tanto a gasolina y diésel como a híbridos.
Se supone que desde el año 2040, no se permitirá la matriculación y venta en España de turismos y vehículos comerciales ligeros con emisiones directas de dióxido de carbono. Lo que sí que se permitirá es la venta entre particulares, o sea que se podrán comercializar coches “clásicos”. Otro asunto será cómo los podremos llenar de gasolina para que funcionen y no se transformen en unos pisapapeles carísimos.
Según esta ley, “Los permisos de exploración, investigación y explotación de hidrocarburos (petróleo y gas) quedarán prohibidos en España, en todo el territorio nacional, incluyendo el mar territorial”, es decir, que para empezar no se podrá extraer petróleo del territorio nacional. Tampoco es que fuéramos Arabia Saudi, para qué engañarnos. Y sí, muchos puestos de trabajo y muchas empresas se resentirán por este cambio, pero nos evitaremos posibles catástrofes ecológicas y sustos como los que tuvimos con CASTOR. Para Greenpeace, sin embargo, todavía se podría llegar mucho más lejos y ofrecen mejoras a este proyecto de Ley.
Hasta ahí me puedo llegar a creer cierta conciencia ecológica que ha despertado de manera repentina entre los mandatarios de nuestro país. Sin embargo, todo cuento de hadas tiene un “pero”. Y este “pero” es MUY grande.

Presente, pasado y futuro en una sola imagen.
Vamos a dejar de lado temas obvios como la adaptación de empresas del sector de todo tipo, como los fabricantes de tubos de escape, que se tendrán que reinventar o simplemente, dejarán de existir. Honestamente, no me imagino a Akrapovic fabricando trompetas, pero con el tiempo todo podría ser posible. Sin ir más lejos, gigantes como Harley-Davidson, que son archiconocidos por su característico sonido, ya han anunciado sus primeras motocicletas con motor eléctrico. Por ese lado, todo se verá.
“Pero” por otro lado, esta ley ya se topa de cara con temas de libertad de empresa y competencia. Sin ir más lejos, la Comisión Europea está dispuesta a ponerle coto a la Ley de Cambio climático, ya que puede contravenir los principios de unidad de mercado y de neutralidad tecnológica que siempre ha defendido el Ejecutivo comunitario. La propuesta de Ley de Cambio climático, ya es un problemón a nivel ministerial, nada más plantearse.
El departamento de Industria choca de frente con el planteamiento elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica. Industria optaba por una transición menos drástica, con mayor diálogo con fabricantes y empresas del sector energético (petrolero, se entiende) en el que se apostaba por mantener ciertos puestos de trabajo necesarios y no borrar del mapa un sector que seguirá siendo muy necesario en el caso de transporte de mercancías, aviación, el sector naval, etc.
Según ElEconomista.es, en el sector del motor sentó mal que el Gobierno se adelantara a dar fechas mientras todavía estaba abierto el Consejo Estratégico para la automoción. La Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC) ha protestado enérgicamente a una ley que considera “excesiva” y “acelerada en sus plazos”. (LINK) Para ANFAC, este proyecto de Ley tiene una serie de implicaciones económicas, laborales, sociales y de políticas de movilidad, con severos impactos en el tejido industrial español de la automoción, que representa el 10% del PIB y el 9% de la población activa del país.
Como ya he comentado al principio de este artículo, la medida se compara con las establecidas en otros países europeos, que prohíben la venta en fechas similares de los vehículos de combustión, pero no tienen en cuenta que Reino Unido ha aprobado un plan estructural de apoyo a la compra de vehículos alternativos y de gestión de infraestructuras de recarga de 1.500 millones de libras. Alemania, aprobó en el 2017 un plan de apoyo de unos 1.000 millones de euros. España sólo ha dedicado 74,5 millones de euros a estos planes en cinco años y en el último año, no ha aprobado ningún programa de ayudas.
Tampoco los sindicatos UGT y Comisiones Obreras han mostrado su apoyo al gobierno, que tachan esta ley de devastadora para el sector. Según un informe reciente presentado por ANFAC, para cumplir con una cuota de mercado del 25% de vehículos eléctricos, el empleo se podría ver afectado con una reducción de un 11% y para alcanzar una cuota del 40% de vehículos eléctricos puestos en circulación, el incremento del paro en el sector llegaría al 18%.
Además, la fecha de caducidad impuesta para este sector implica que muchas inversiones multimillonarias que se amortizan a largo plazo y que suponen importantísimas mejoras a nivel tecnológico, no se podrán amortizar y la inversión…se perderá. Por poner un ejemplo, que quien haya puesto mil millones para investigar cómo optimizar los motores John Cooper Works…los ha tirado a la basura y nunca, por muchos coches que venda, los recuperará.
Al leer esto estoy seguro de que todo el mundo pensará (ahora lo tienes que leer con tu voz)
– Vale, todo eso es cierto, pero ya se ha pasado por otras reconversiones industriales, como el carbón, la minería, la revolución industrial…y en este caso pasará lo mismo. Una crisis, una reconversión, una adaptación y finalmente la estabilidad. Es por el bien del planeta. Por un futuro más verde.
– AHÁ! (esto ya es con mi voz) Ahí quería yo llegar. ¿De verdad contamina menos un vehículo eléctrico que uno de combustión?
Según el informe de la UE Climate action que puedes leer en este LINK, el transporte genera aproximadamente un 25% de los gases de efecto invernadero emitidos en España. Se supone que el 75% restante lo hace la industria, pero las leyes anticontaminación son débiles en ese aspecto y las infracciones terminan en multas ridículas para empresas multimillonarias, así que empezamos mal. Pero eso no es todo.
Recientemente, la Revista National Geographic ha hecho público el estudio Non-exhaust PM emissions from electric vehicles realizado por los escoceses Victor R.J.H. Timmers y Peter A.J. Achten de la Universidad de Edimburgo, y por la ingeniería INNAS BV. En dicho estudio se considera que un vehículo híbrido o eléctrico es aproximadamente un 25% más pesado que un vehículo convencional. Recordemos que el peso de un coche está entre los 1200 y los 1500 kg, así que estamos hablando de unos 300 kg de peso más por coche.
Una diferencia de peso tan notable repercute en un mayor desgaste y renovación de los neumáticos (altamente contaminantes y dificilmente reciclables), mayor desgaste de los frenos (cuyas partículas contaminan), mayor impacto y desgaste de la superficie de la carretera (que es un gasto que debe asumir el gobierno y por extensión…nosotros) y muchos factores más que contribuyen a un impacto más rápido de lo habitual sobre el medio ambiente.
Según NISSAN, el número de piezas que se necesitan para construir una de sus furgonetas fabricadas en su planta de Barcelona y su homóloga eléctrica, son aproximadamente las mismas, en torno a 1500 piezas, tornillo arriba, tornillo abajo. Eso nos podría hacer pensar que, si empatan a la hora de ser fabricados y los dos necesitan aproximadamente los mismos recursos para ser puestos en la carretera, la batalla ecológica está ganada por el recién llegado eléctrico y el arcaico motor de explosión es un vetusto armatoste que hay que desterrar a la noche de los tiempos por insolidario y terrorista medioambiental.
Pues sí, pero no. La clave está, precisamente, en qué piezas son esas. Y si estabas pensando en la batería, has acertado.
Los vehículos eléctricos usan pilas de litio, un material ciertamente escaso, probablemente más que el propio petróleo, que es extraordinariamente costoso de recuperar y procesar como pasa con otros elementos como el níquel y el cobalto.
Esta escasez y la dificultad asociada a su extracción, podrían disparar sus emisiones de CO2 de una manera alarmante. Es decir, que para fabricar un vehículo no contaminante, es necesario contaminar muchísimo más que para fabricar un vehículo de combustión. Paradójico ¿verdad?
Según un estudio publicado por el Instituto Medioambiental de Suecia, para fabricar la batería de un coche eléctrico de 100 kWh, se liberan hasta 200 toneladas de dióxido de carbono, el equivalente al CO2 que se genera al conducir un coche diésel o gasolina durante aproximadamente 8 años.

A partir de aquí las matemáticas dicen que 2+2 han dejado de ser 4.
Si el coste medioambiental de fabricar la batería de un coche eléctrico contamina como conducir un diesel durante 8 años, significa que para amortizar ese impacto, deberíamos quedarnos con ese coche, por lo menos 9 años. Así que nada de cambiar el coche cada 3 años o estaremos peor que antes. Así que por extensión, se deberían reducir las ventas de coches para soportar el impacto que supone fabricarlos. Si no se amortiza su venta, su precio debería subir. Meno coches, más caros, menos movimiento en el sector, menos inversión en innovación, menos puestos de trabajo…¿sigo?
Eso, sin contar el mayor gasto de frenos, neumáticos y…basura asociada a un recambio de componentes más frecuente. Sumemos el impacto social en puestos de trabajo y empresas que podrían llegar a cerrar por este cambio tan drástico de mentalidad.
Lo que sí aumentaría es el consumo energético de las eléctricas. Qué curioso, los únicos que ganarían más serían las energéticas. Eso nunca ha pasado ¿verdad?
Sin ánimo de entrar en la conspiranoia pero ¿No estaremos ante otro mazazo de las enormes multinacionales energéticas? ¿No puede tener algo que ver que las principales compañías eléctricas y sus lobbies hayan influido en esta decisión? No hay más que ver las fluctuaciones de la bolsa de estas últimas semanas para ver por dónde va el asunto.
No digo que no sea necesario un cambio para mejorar nuestra vida en el planeta, pero ¿es ese cambio? ¿en ese espacio de tiempo? ¿Con esa tecnología? ¿Realmente es rentable? ¿Es realmente menos contaminante?
Nos quedan unos 20 años apenas para el primer gran cataclismo y 30 para la extinción anunciada. El rugido de las grandes bestias como los John Cooper Works, los Mustang, los Cupra, los 911…desaparecerá para siempre. Es hora de plantearnos si nos enfrentamos a un gran meteorito o a una enorme cortina de humo generada por intereses económicos globales.
Aquí, la ecología, parece que tiene poco que ver.